Abriéndose paso a través de una pared por un agujero tapado, quizá
por un papel, aparecen en el plano dos manos que llevan un clarinete y
ejecutan unas notas con él. En un movimiento de retroceso la cámara descubre,
en el ángulo inferior derecho del encuadre, dos brazos en movimiento, que a
veces se entrelazan, que brotan de otro agujero practicado sobre una
superficie blanca y lisa (¿una mesa? ¿una tela tensada?). En la continuación
del recorrido se muestra a una mujer parada que provoca sonidos con los movimientos
de sus manos sobre unos objetos de imposible identificación, dispuestos
ordenadamente en una caja. Casi simultáneamente con su aparición, la cabeza
de otra mujer, cuya boca puede ser la que emite el tejido de palabras que
estamos oyendo, surge atravesando otro agujero, este sí descubierto, que está
en la misma pared por la que irrumpieron las manos y el clarinete. Por
último, y sucesivamente, entrarán en el plano dos hombres, asimismo parados,
que al mover sus manos sobre las hojas, probablemente apergaminadas, de un
libro originan otros sonidos. Esta descripción, inevitablemente imprecisa, de
un plano secuencia ubicado en la mitad del metraje de Enumeraciones da cuenta
de la dificultad de apresar desde la escritura este film límite, dentro de la
producción siempre en los márgenes de Hugo Santiago pero también dentro del
cine todo, construido sin la excusa de ninguna historia y con las materias
propias de la expresión cinematográfica: imágenes y sonidos, puestas acá en
evidencia como muy pocas veces ocurre, desnudadas de cualquiera de las formas
del artificio. El cineasta argentino, en su intento, conseguido, de modificar
aquello que se filma a través de la mirada que se arroja y de la sonoridad
que se le incorpora, les devuelve su carácter primero –el de la posibilidad
de registrar– extraviado en los meandros de la producción mainstream.
Los seis cuerpos, segmentados ya sea por la cámara o por el espacio –la
parcelación de las figuras humanas es una de las marcas del discurso–,
pertenecen a cuatro mujeres y dos hombres, músicos-intérpretes de esta
transposición cinematográfica de una “ceremonia musical”, así la llaman los
títulos de crédito finales, de Georges Aperghis. “(...) hemos inventado
nuevos episodios musicales que no pueden tener lugar si no es gracias a los
estrictos medios cinematográficos”, afirman Santiago y Aperghis en las notas
de prensa del film: el sugerido, antes que descripto, en el párrafo inicial,
obviamente debería pertenecer a los concebidos para el rodaje, si es que
tomamos en cuenta que es posible gracias a la movilidad de la cámara que lo
registra. (En otros momentos será la iluminación, que tan pronto descubre
como oculta, la que, de manera más próxima al teatro, irá permitiendo el
ingreso o la salida de los oficiantes en el encuadre.)
El espacio en que se suceden las enumeraciones del título, las acciones
rítmicas, que uno estaría tentado de adjetivar como puramente sonoras aunque
siempre están provocadas por los movimientos de los cuerpos, es una casa
abandonada, en ruinoso estado, que únicamente se verá desde afuera en el
último plano, como en una despedida. Allí, individualmente, en pareja o todos
juntos, los oficiantes, de los que nada se sabe, juegan una serie de
secuencias donde la palabra, a veces inteligible y a veces no, es reducida a
su rumor, mientras que partes del cuerpo, objetos varios, delirantes máquinas
sonoras y un par de clarinetes –¿o es uno solo?–, únicos instrumentos
convencionales, crean, sin cesar, un texto sonoro donde privan los
desencuentros antes que los encuentros. En una secuencia dispuesta poco antes
del final parecería establecerse una suerte de armonía, de posibilidad de
entendimiento entre todos los sonidos y sus ejecutantes. Pero el plano
siguiente, idéntico al del comienzo –¿o es el mismo?–, establece una
circularidad, vuelve al punto de partida donde cada uno de esta suerte de
conjurados, palabra tan afín al universo cinematográfico de Santiago, se
dirigen a realizar acciones que den lugar a sonidos. Como si el ritual, donde
resuenan ecos del teatro del absurdo, estuviera condenado a una repetición
permanente frente a la cual al cineasta le resta una sola posibilidad: irse.
Miradas hacia arriba que, reiteradamente, establecen un fuera de campo que
nunca se devela; abundancia de agujeros que determinan un espacio impreciso y
móvil –la casa vista desde afuera no parece esconder el recorrido interior
que registra Santiago–; reiterada inscripción del espectador en el mundo
diegético a través de las miradas que algunos personajes realizan sobre otros
cuando no participan en la acción; proliferación de espejos indemnes al
deterioro... Signos muy marcados que podrían conducir a una lectura –o a
varias no necesariamente antagónicas– que parece inútil antes de intentarla.
Este film-musique, como lo definen sus autores, convoca al asombro, provoca a
más de una visión, y convierte su tránsito en una experiencia casi hipnótica,
de intensidad poco frecuente, al internar al cine en el registro creativo de
zonas de la expresión artística en las que no suele adentrarse.
Ficha
técnica:
Enumeraciones [Énumérations]
Francia, 1989.
Francés, color, 57m.
Dirección: Hugo Santiago.
Intérpretes: Francois Bedel, Richard Dubleski, Marie-Christine Orry,
Francoise Rivalland, Carol Robinson, Emmanuelle Souc (los celebrantes).
Fotografía: Pierre Dupouey.
Montaje: Francine Sandberg.
Música: Georges Aperghis.
Registro de sonido y mezcla: Jean-Claude Brisson, Michel Notte.
Cámara: Pierre Dupouey.
Escenografía: Gudrun Von Maltzan.
Asistente de dirección: Gérard Paret.
Asistente de la música: Jean-Pierre Drouet.
Asistente de cámara: Gerald Dumour.
Asistente de montaje: Clemence Lafargue.
Asistente de sonido: Jean Labourel.
Asistente de escenografía: Jean Jacquelin.
Maquillaje: Michel Carmintrand.
Máquinas sonoras: Claudine Bahen-Drouet.
Script: Isabelle Marina.
Administrador: Michel David.
Administrador de producción: Philipppe Chauson.
Asistente de producción: Marie-Hélene Noquet.
Director de producción: Yves Valero.
Productor delegado: INA
Compañías productoras: La Sept (Unité de Programmes Spectacles: Guillaume
Gronier), INA (Direction des Programes de Création: Claude Guisard) y ATEM
(Francia)
EMILIO
TOIBERO.
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