sábado, 7 de junio de 2014

Enumeraciones, de H. santiago



Sonidos en desencuentro


Abriéndose paso a través de una pared por un agujero tapado, quizá por un papel, aparecen en el plano dos manos que llevan un clarinete y ejecutan unas notas con él. En un movimiento de retroceso la cámara descubre, en el ángulo inferior derecho del encuadre, dos brazos en movimiento, que a veces se entrelazan, que brotan de otro agujero practicado sobre una superficie blanca y lisa (¿una mesa? ¿una tela tensada?). En la continuación del recorrido se muestra a una mujer parada que provoca sonidos con los movimientos de sus manos sobre unos objetos de imposible identificación, dispuestos ordenadamente en una caja. Casi simultáneamente con su aparición, la cabeza de otra mujer, cuya boca puede ser la que emite el tejido de palabras que estamos oyendo, surge atravesando otro agujero, este sí descubierto, que está en la misma pared por la que irrumpieron las manos y el clarinete. Por último, y sucesivamente, entrarán en el plano dos hombres, asimismo parados, que al mover sus manos sobre las hojas, probablemente apergaminadas, de un libro originan otros sonidos. Esta descripción, inevitablemente imprecisa, de un plano secuencia ubicado en la mitad del metraje de Enumeraciones da cuenta de la dificultad de apresar desde la escritura este film límite, dentro de la producción siempre en los márgenes de Hugo Santiago pero también dentro del cine todo, construido sin la excusa de ninguna historia y con las materias propias de la expresión cinematográfica: imágenes y sonidos, puestas acá en evidencia como muy pocas veces ocurre, desnudadas de cualquiera de las formas del artificio. El cineasta argentino, en su intento, conseguido, de modificar aquello que se filma a través de la mirada que se arroja y de la sonoridad que se le incorpora, les devuelve su carácter primero –el de la posibilidad de registrar– extraviado en los meandros de la producción mainstream.


Los seis cuerpos, segmentados ya sea por la cámara o por el espacio –la parcelación de las figuras humanas es una de las marcas del discurso–, pertenecen a cuatro mujeres y dos hombres, músicos-intérpretes de esta transposición cinematográfica de una “ceremonia musical”, así la llaman los títulos de crédito finales, de Georges Aperghis. “(...) hemos inventado nuevos episodios musicales que no pueden tener lugar si no es gracias a los estrictos medios cinematográficos”, afirman Santiago y Aperghis en las notas de prensa del film: el sugerido, antes que descripto, en el párrafo inicial, obviamente debería pertenecer a los concebidos para el rodaje, si es que tomamos en cuenta que es posible gracias a la movilidad de la cámara que lo registra. (En otros momentos será la iluminación, que tan pronto descubre como oculta, la que, de manera más próxima al teatro, irá permitiendo el ingreso o la salida de los oficiantes en el encuadre.)

El espacio en que se suceden las enumeraciones del título, las acciones rítmicas, que uno estaría tentado de adjetivar como puramente sonoras aunque siempre están provocadas por los movimientos de los cuerpos, es una casa abandonada, en ruinoso estado, que únicamente se verá desde afuera en el último plano, como en una despedida. Allí, individualmente, en pareja o todos juntos, los oficiantes, de los que nada se sabe, juegan una serie de secuencias donde la palabra, a veces inteligible y a veces no, es reducida a su rumor, mientras que partes del cuerpo, objetos varios, delirantes máquinas sonoras y un par de clarinetes –¿o es uno solo?–, únicos instrumentos convencionales, crean, sin cesar, un texto sonoro donde privan los desencuentros antes que los encuentros. En una secuencia dispuesta poco antes del final parecería establecerse una suerte de armonía, de posibilidad de entendimiento entre todos los sonidos y sus ejecutantes. Pero el plano siguiente, idéntico al del comienzo –¿o es el mismo?–, establece una circularidad, vuelve al punto de partida donde cada uno de esta suerte de conjurados, palabra tan afín al universo cinematográfico de Santiago, se dirigen a realizar acciones que den lugar a sonidos. Como si el ritual, donde resuenan ecos del teatro del absurdo, estuviera condenado a una repetición permanente frente a la cual al cineasta le resta una sola posibilidad: irse.

Miradas hacia arriba que, reiteradamente, establecen un fuera de campo que nunca se devela; abundancia de agujeros que determinan un espacio impreciso y móvil –la casa vista desde afuera no parece esconder el recorrido interior que registra Santiago–; reiterada inscripción del espectador en el mundo diegético a través de las miradas que algunos personajes realizan sobre otros cuando no participan en la acción; proliferación de espejos indemnes al deterioro... Signos muy marcados que podrían conducir a una lectura –o a varias no necesariamente antagónicas– que parece inútil antes de intentarla. Este film-musique, como lo definen sus autores, convoca al asombro, provoca a más de una visión, y convierte su tránsito en una experiencia casi hipnótica, de intensidad poco frecuente, al internar al cine en el registro creativo de zonas de la expresión artística en las que no suele adentrarse.


Ficha técnica:

Enumeraciones [Énumérations]
Francia, 1989.
Francés, color, 57m.
Dirección: Hugo Santiago.
Intérpretes: Francois Bedel, Richard Dubleski, Marie-Christine Orry, Francoise Rivalland, Carol Robinson, Emmanuelle Souc (los celebrantes).
Fotografía: Pierre Dupouey.
Montaje: Francine Sandberg.
Música: Georges Aperghis.
Registro de sonido y mezcla: Jean-Claude Brisson, Michel Notte.
Cámara: Pierre Dupouey.
Escenografía: Gudrun Von Maltzan.
Asistente de dirección: Gérard Paret.
Asistente de la música: Jean-Pierre Drouet.
Asistente de cámara: Gerald Dumour.
Asistente de montaje: Clemence Lafargue.
Asistente de sonido: Jean Labourel.
Asistente de escenografía: Jean Jacquelin.
Maquillaje: Michel Carmintrand.
Máquinas sonoras: Claudine Bahen-Drouet.
Script: Isabelle Marina.
Administrador: Michel David.
Administrador de producción: Philipppe Chauson.
Asistente de producción: Marie-Hélene Noquet.
Director de producción: Yves Valero.
Productor delegado: INA
Compañías productoras: La Sept (Unité de Programmes Spectacles: Guillaume Gronier), INA (Direction des Programes de Création: Claude Guisard) y ATEM (Francia)

EMILIO TOIBERO.

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